¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!
de sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios.
De mí mismo, que me reprocho siempre
(pues, ¿quién es más necio que yo, ni más desleal?).
De los ojos que en vano ansían la luz,
de los objetos despreciables,
de la lucha siempre renovada,
de los malos resultados de todo,
de las multitudes afanosas y sórdidas que me rodean.
De los años vacíos e inútiles de los demás,
yo entrelazado con los demás.
La pregunta, ¡oh, mi yo!,
la pregunta triste que vuelve
- ¿qué de bueno hay en medio de estas cosas,
oh, mi yo, oh, vida? -
Respuesta:
Que estás aquí,
que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama,
y que tú puedes contribuir con un verso.
Que ese verso es la respuesta de una infancia bendecida,
por la curiosidad otorgada por hombres y mujeres,
dedicados a ese poderoso drama,
con la vista en tu futuro y empedrando tu camino,
preparando tu escenario en un mundo azaroso,
para alzarte ante un mar de adversidades,
y encontrar un lugar en que fijar tu estandarte.
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